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Si la gente no teme la muerte,
   ¿cómo se la podría entonces amedrentar con la muerte?

Pero si mantengo costantemente a la gente en el temor a la muerte
  y alguno promueve cosas raras, ¿debo prenderlo y matarlo?
      ¿Quién se atrevería a eso?

Hay siempre una fuerza y poder mortal que es lo que mata.
Matar en lugar de esta fuerza de muerte,
  es como el que quiere ir a usar el hacha en lugar
  de que lo haga el carpintero:
      Es raro que no vuelva sin haberse cortado la mano.



Quizá el trozo sin ninguna interpolación sería la enunciación de las dos posibilidades reales, que una escluye a la otra.
  • O la gente no teme a la muerte...
  • O mantengo a la gente costantemente en el temor a la muerte...

[El resto del capítulo sería una glosa para intentar meter en el mundo a la muerte como cosa natural. Para esplicar cómo hay que tratarla (admitiéndola).]

La primera opción es que no se tema a la muerte (o sea, no saber qué sea eso, quitarla de enmedio, no creer en ella): entonces no se puede amedrentar y someter a la gente.

La otra opción es la de promover la fe en la muerte y tener a la gente pendiente y atemorizada con ella: Entonces resulta que en realidad eso no es bastante (diríamos, porque la fe no es total y falla) y siempre alguien, descreyendo de ella, de la muerte, se deja llevar o deja salir de él algo raro, portentoso; algo no atemorizado, no sabido, no conformado con la muerte. Esto es terrible para la muerte, para la fe, porque si no es total, si hay más cosas que no se someten a ella, quiere decirse que no es fatal, que es mentira. En este caso, el trozo describe cómo en Realidad se actúa para intentar imponer la ilusión de la muerte; intentar demostrar que nada se escapa: atrapando al que anda en cosas raras y matándolo. Inmediatamente se pregunta entonces por quién hace eso, quién se atreve a eso. Lo seguimos preguntando: ¿Quién tiene esa desvergüenza?