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Los que alguna vez alcanzaron lo uno:
  El cielo alcanzó lo uno y se hizo puro.
  La tierra alcanzó lo uno y se hizo firme.
  Los dioses alcanzaron lo uno y se hicieron poderosos.
  El valle alcanzó lo uno y se llenó.
  Las cosas todas alcanzaron lo uno y nacieron.
  Reyes y príncipes alcanzaron lo uno
    y se volvieron el ejemplo del mundo.
Todo esto se produce por lo uno.

Si el cielo no fuera puro de este modo, tendría que estallar.
Si la tierra no fuera firme de este modo, tendría que hundirse al pisar.
Si los dioses no fueran poderosos de este modo, tendrían que quedarse helados.
Si el valle no se llenara de este modo, tendría que secarse.
Si las cosas no nacieran de este modo, tendrían que desvanecerse.
Si los reyes y los príncipes no se elevaran de este modo, tendrían que caer.

Por eso: 
  Lo noble tiene lo pequeño en la raíz.
  Lo elevado tiene lo de abajo en su base.

De esta forma también los príncipes y reyes:
  Se nombran a sí mismos: "solo", "huérfano", "pequeñez".
  De esta forma designan a lo ínfimo como su raíz.
¿O no es así?  Porque: sin las partes sueltas de una carroza 
  no habría carroza.

No anheles el esplendor brillante de la joya,
  sino la rudeza no trabajada de la piedra.




Las cosas, empezando por el cielo, la tierra, los dioses y los reyes, se costata que alcanzan lo uno, o sea, que llegan a su ser, o dicho más llanamente, que aparecen siendo lo que son. Parece que el sentido reconoce esto como la necesidad costitutiva de la Realidad, y por tanto nos avisa que sería contradicción referirse a las Realidades como cosas que no son lo que son, o como que puedan ser lo que a cada quién se le antoje. Y lo avisa -en la segunda retahíla- advirtiendo la cosa tan simple de que si no fueran lo que son, no cumplirían con lo que tienen que ser -el cielo trasparente, puro y flotante, la tierra firme, etc.-, o sea, no cumplirían con su Futuro.

O visto con toda simpleza: que la Realidad, las Realidades, son costitutivamente Futuro. Cuando se dice que la tierra es firme, se dice realmente que podemos contar con que en el Futuro, cuando probemos si es así, se cumplirá que es firme.

Quizá conviene ver que esta advertencia del sentido es por supuesto necesaria para poder hablar contra el Dinero -Dinero, que es igual que decir Futuro o Realidad-, porque una de las formas que el Dinero tiene para defenderse es la de decir algo así como que el Dinero es lo que cada uno quiera. O de otro modo, que cada uno se costruye su Mundo o su Realidad según sus gustos. Cuando se dice esto, lo que se está intentando evitar es que podamos contradecir las cosas que se predican -el Futuro-, porque se viene a decir que nadie pretende que las cosas tengan que ser ni así ni asá, sino que cada uno puede tener su Mundo o sus Ideas: si no te gustan unas, elige otras, o invéntate tú otras. Y si no hay esa pretensión de decir cómo son las cosas, pues evidentemente queda ridiculizada o desactivada la voz que sale en contra de esa pretensión. Por tanto, el sentido dice que lo primero es reconocer la pretensión de verdad y de necesidad que hay en las cosas que una y otra vez dice el Dinero. La pretensión de que las cosas son como son -aunque sea mentira y justamente para poder decir que es mentira-.

Parece que los dos primeros trozos del capítulo vienen de esta manera del sentido. Sin embargo, a partir de "Por eso:", ya entra una glosa falsificadora que pretende dar lo anterior como el primer paso de una esplicación de cómo es la Realidad, o sea, de cómo son de verdad las Realidades, y por tanto, convertir el capitulito en una idea verdadera de lo que hay, en lugar de lo que simplemente advierte el sentido. Para ello, viene a decirse que eso de "lo uno" quería decir algo así como "lo pequeño", y que de lo que se trata es de buscar la raíz o la pureza o la esencia de las cosas, y de dar de lado lo superfluo con lo que puedan venir revestidas ("el esplendor brillante de la joya"). Este cambiazo ("lo uno" por "lo pequeño o simple"), si se piensa un poco, es tan sin sentido y tan caprichoso que sólo puede esplicarse así: que al escuchar lo que originalmente parece que decía el sentido, no se le vea para qué se puede querer decir eso (o sea, no se le vea sentido), y se le intente costruir un propósito realista: el de establecer la estructura verdadera de la Realidad, contando, por tanto, con que hay una Realidad verdadera, y que vendría a descubrirse con sólo descartar las brillantes apariencias con las que se nos aparece.