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Los antiguos eran hábiles como maestros,
eran en lo oculto uno con las fuerzas invisibles.
Eran profundos, de forma que no se les conoce.
Porque no se les conoce, 
por eso se puede apenas describir su esterioridad.

Vacilantes, como quien en invierno cruza un río;
comedidos como los invitados,
cuidadosos, como quien recela de los vecinos de todos los lados;
esfumándose como hielo derritiéndose;
simples, como tela en bruto,
eran vastos como el valle,
eran poco claros, como lo turbio.

   ¿Quién puede (como ellos) a través del silencio aclarar lo turbio?
   ¿Quién puede (como ellos) con la permanencia 
      crear poco a poco la tranquilidad?
   Quien conserva este sentido no quiere plenitud.

Pues sólo porque no tiene plenitud,
por eso puede ser pequeño,
puede evitar lo nuevo
y alcanzar la perfección.



Descripción realista de cómo pueden desde fuera parecer los que se dejan herir por el sentido común (lo que le puede pasar a cualquiera): tienen gracia las imágenes, que desde luego van en contra de la seguridad, la precisión, el refinamiento (dice "simples, como tela en bruto") y sobre todo, al final, contra la plenitud.

El último párrafo lo siento como interpolación para intentar desactivar la negación tan clara de que el sentido va contra la plenitud.

Quizá el primer párrafo donde se habla de "los antiguos", sea también glosa para intentar esplicar esas imágenes realistas de los que (como decía yo antes) se dejan herir un rato por el sentido.

Quizá, incluso, el trozo central, con esas dos preguntas y la negativa a la plenitud, sea el trozo con buen sentido que después se ha ido glosando por capas para hacerlo realistamente entendible:

   ¿Quién puede a través del silencio aclarar lo turbio?

   ¿Quién puede con la permanencia crear poco a poco la tranquilidad?

   Quien conserva este sentido no quiere plenitud.