Un gran país se debe guiar como se asa un pececillo. Si el mundo se administra según el sentido, entonces los muertos no rondan como espíritus. No que los muertos no sean espíritus, sino que su espíritu no daña a los hombres. No sólo que los espíritus no dañen a los hombres: tampoco el llamado los daña. Si entonces esos dos poderes uno al otro no se hieren, sus fuerzas vitales confluyen en su efecto.
Es una continuación del trozo anterior: previsión y cuidado para asar el pececillo, y previsión y cuidado para guiar un gran país: propone administrar el mundo según razón. O sea, quiere que el sentido sirva al mundo, al orden: los espíritus y los sabios, unidos para el beneficioso efecto de sus fuerzas de vida.