El mundo tiene un origen: éste es la madre del mundo. Quien encuentra a la madre para conocer a sus hijos, quien conoce a sus hijos y se vuelve otra vez hacia la madre, ése no pone mucho tiempo su vida en peligro. Quien cierra la boca y atranca sus puertas, ése no pone mucho tiempo su vida en fatigas. Quien abre la boca y quiere poner en orden sus negocios, su vida no tiene arreglo. Ver lo más pequeño quiere decir ser claro. Conservar la sabiduría significa ser fuerte. Si uno usa su luz para volver a esta claridad, entonces uno no lleva su persona al peligro. Esto se llama la cubierta de la eternidad.
Trozo contra el sentido, que pretende conocer la causa del mundo, la causa de la Realidad: cuando la Realidad, la predicación acerca de la Realidad es ella misma falsa, ¿cómo puede conocerse su causa? Si la descripción de la Realidad (la Ciencia es hoy el nombre que pretende eso con total esactitud) son mentiras sobre lo que hay, esas mentiras no pueden tener un origen o una causa bien fundada, una razón, porque si la tuvieran, no serían mentiras.
Lo que se puede decir es más bien esto: Si sentimos como útil indagar cómo está montada la Realidad y, dentro de esa indagación, también fijarnos en las maneras o trucos que la propia Realidad tiene de cambiar a lo largo del tiempo real (el tiempo falso), es porque simplemente reconocemos esto: que las mentiras, si acaso, vienen de las mentiras. Que unas vienen enzarzadas con otras y unas son solidarias con otras: se apoyan entre sí. Pero no porque tengan razón de ser. Las mentiras son contra razón; no hay ningún porqué para ellas: ni histórico, ni sicológico, ni social, ni natural.