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Quien conoce a otros,          es listo.

Quien se conoce a sí mismo,    es sabio.

Quien vence a otros,           tiene fuerza.

Quien se vence a sí mismo,     es fuerte.

Quien se impone,               tiene voluntad.

Quien se conforma,             es rico.

Quien no pierde su puesto,     dura.

Y también quien no se hunde en la muerte, ése vive.



Parece que la última frase se quiere contraponer a las anteriores, que se pueden meter en el mismo saco. Incluso, para éstas, puede jugarse a decir para cualquiera de las primeras partes de las frases, cualquiera de las segundas, sin que desentone mucho la cosa. Todas ellas hablan de cosas reales en las que la persona juega su papel para mantenerse: ya sea por santidad, por sabiduría, por conformismo, por lealtad. Pero la última parece que no. Y es donde puede sentirse el golpe. Porque ¿cómo es eso de no hundirse en la muerte? ¿pero es que la vida entonces no es lo que necesita de la muerte para venir a ser? ¿Resulta que hay vida sin muerte? Se tratará, entonces, de vivir ahora y no morir ahora. Pero, entonces, la persona ya no sería la que vive, porque sin su muerte ¿cómo podría haber persona? ¿Y quién es ése que vive, si no puede ser mi persona?