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El que en el recto sentido ayuda a un soberano de hombres,
    no viola el mundo con las armas,
    porque los actos vienen de vuelta a la cabeza propia.

Donde ha estado el ejército, 
    crecen cardos y espinas.

Tras las luchas vienen siempre años de hambre.

Por eso el escelente busca sólo la decisión, nada más.
  No se atreve a hacerse con el poder.

Decisión sin pavonearse.
Decisión sin vanagloriarse.
Decisión sin ser orgulloso.
Decisión porque no es posible de otra forma.
Decisión lejos de la fuerza.



Apenas puede sentirse nada en razón aquí a no ser en las dos frases: "Donde ha estado el ejército, crecen cardos y espinas. Tras las luchas vienen siempre años de hambre". Aunque hasta así, sueltas, se siente en ellas que la denuncia se hace apelando al Futuro, esto es, al Dinero. Este tipo de amenazas no son raras en los discursos de políticos y sobre todo de los cultos, que, como se sabe, están y han estado, desde que se tiene noticia de ellos, istituídos como tales para defender el Poder. ¿Cómo el sabio y el sacerdote no van a reconocer los desastres que traen las guerras de los ejércitos? Sí, claro. Se dan como un mal: pero un mal necesario. Por eso aquí se dice "el que en el recto sentido ayuda a un soberano". Ése, que es "el capaz", "el escelente", no usa las armas -pero del soberano no se dice que no las tenga que usar.
No se debe dejar pasar tampoco algo como lo del "recto sentido", que una vez más -y contra lo que el sentido declara en otros sitios- mete al sentido dentro de la Realidad por la vía ya no sólo de no desmentir el propio nombre (o sea, advirtiendo que esto que así llamamos: 'sentido', en verdad no puede saberse ni mencionarse sin mentir, y esta advertencia es la forma que tiene el propio sentido de revolverse contra el intento de mencionarlo con una palabra), sino que además asegura el nombre añadiéndole tranquilamente un adjetivo que confirma todavía más su realidad, al venir a decir que hay varios tipos distintos de sentido, como si hablara de quesos o algo así. Esto mismo se oye también a veces cuando se habla del "pensamiento", y se le añaden cosas como "pensamiento crítico" o incluso me parece haber oído cosas como "pensamiento horizontal", que tienen el mismo efecto inmediato: hacer creer que eso de pensar, de decir NO, es una cosa de dentro, de andar por casa, sabida, y que se puede enseñar, que se puede saber cuándo se está pensando.

En la última sección, mezclado con los preceptos habituales del santo, se lanza la palabra 'decisión', parece que como el objetivo al que se tiene que dedicar el escelente (el ministro sabio), y parece también que como "en lugar de la fuerza". Esta contraposición, si nos fijamos en su simpleza, puede que nos declare muy bien la labor del sabio, de los que saben, al servicio del poder: están para que se tomen decisiones, las cuales son siempre la muerte de las posibilidades sin fin. La decisión es siempre entre esto o aquello de la Realidad: por tanto, dando a ésta por verdadera; descartando el sentido -que no es real- y al que hay que girarle la cabeza ahora para elegir esto o aquello de lo propuesto. Este Régimen, el del Dinero; el que nos intenta someter ahora; es el Régimen de las decisiones: "Tú decides" -nos dicen- "Tú sabes lo mejor para ti", y nos animan engriéndonos todo lo posible: "porque yo no soy tonto", pone un anuncio de no sé qué en la calle. Las dos últimas líneas son definitorias de cómo este capitulito va contra el sentido defendiendo la fe: "Decisión porque no es posible de otra forma", o sea, es la declaración propiamente de la fe. "Es lo que hay", nos dicen, para que nos sometamos y no sigamos dándole vueltas, descubriendo precisamente que "no es lo que hay".

Sin apelar a la necesidad: o sea, a Dios, a lo que se sabe seguro, a lo que tiene que ser, no hay sometimiento que valga, porque sin necesidad hay vía de escape: es la vía de "¿y si no se sabe?". "¿Y si no hace falta poner los despertadores?", "¿Y si no se sabe cómo se está mejor?" "¿Y si no tiene sentido eso de la felicidad?". Necesidad es fe. Y el sentido viene con la duda de "pero ¿y si no?". Contra esto, por tanto, está puesto el sabio. El sabio es el que sabe cómo son las cosas, y por tanto cómo serán. Porque la Realidad es esencialmente Futuro:
Si a mí se me declara hoy médico, lo que se dice es que lo seré mañana, no que lo voy a dejar de ser en cuanto termina la frase "eres médico". El presente es un Futuro encubierto. Y ésta es la forma esencial de nuestro dominio: la sumisión a la Realidad (que es Futuro). No es total, claro, porque hay algo que está siempre negándose a ese cumplimiento. Pero lo importante es darse cuenta de cómo la gran fuerza de la Realidad es eso: que consiste en decisiones como tomadas ya: el que se diga que lo que hay es esta cosa real (dicen: "es una realidad, quieras o no": por ejemplo, la realidad "mi persona que es médico"), y hay esta otra realidad (por ejemplo, mi mujer) y ésta y ésta... todas sabiéndose lo que son, no se trata más que de decisiones que pasen por irrevocables, y que quieren cerrar el paso a lo que ahora (indefinible) esté pasando.

Por eso la frase final: "Decisión lejos de la fuerza", es la frase más engañosa. Porque en las decisiones está la gran fuerza del poder. No se contrapone a él, sino que es la forma más refinada de forzarnos: la fe en las cosas; el intento (nunca conseguido del todo) de que estemos costantemente decidiendo esto o aquello, porque mientras se hace eso, se mata la pregunta de cualquier niño que, por ejemplo, puede soltar: "¿Qué es la muerte?".